Se
“acelera” el cuerpo de cualquiera, de rabia e indignación, cada vez que a
nuestros pueblos nos quieren limitar hasta las fronteras de la mente.
¿Sudacas? ¡No! ¿Sudacas de mierda? ¡Bajo
ningún criterio!
Esos siglos de colonización geográfica, cultural, política,
económica, de vida, deben y han empezado a quedar atrás por una urgencia
histórica marcada por la lucha popular. Le llegó la hora, a esta patria
nuestra, la Latinoamericana, la sudamericana, de meterse en las prácticas de
reivindicaciones profundas.
Partamos
por recordar y no olvidar que el saqueo económico y cultural vino de gobiernos
imperiales externos y criollos "salvadores y de buenas gentes" que
pretendieron condenar a nuestros países a ser pobres, para lo cual nos
diseñaban “planes de desarrollo" sin conceptos como solidaridad, igualdad,
justicia. Así, sin más, dividieron al mundo implementando la estrategia, no
sólo de violencia, sino también, infiltrándose, nos colonizaron la mente.
Entonces, convertidos en “pueblos pobres, subdesarrollados,
corruptos, de migrantes”, como consecuencia, allá, fuera de nuestra gente y de
nuestros lares, no éramos más que “Sudacas” Los “Sudacas”, gente explotada y
marginada, tenía -por desgracia aún tiene- la mano de obra barata que le
sirve a quienes se olvidaron del respeto a la humanidad.
Definámoslo:
Sudaca.- “gente que hace un buen trabajo para hacer crecer el capital
ajeno, pero de cuidado”. Luego vinieron corrientes que intentan cambiar el
contexto de la "categorización" de ser Sudaca: el orgullo sudaca,
grupos de música sudacas, empresas de asesoramiento sudaca, etc.
Pero
¿es justo con nuestra cultura aceptar este término de nacimiento
despectivo?
Alrededor
de Latinoamérica los movimientos sociales buscan recuperar una identidad que
tiene que ver con lo propio, con nuestra cultura. Los países andinos han tomado
como políticas necesarias el Sumaq Qamaña (Aymara), el Sumaq Kawsai (Quehua),
el vivir bien o Buen Vivir (castellano). Estos sí, enmarcados en el respeto,
igualdad, equidad para todo el conglomerado humano. Entonces, los jóvenes y
toda la sociedad, nos sentimos comprometidos con la responsabilidad de
fortalecer estos conceptos y llevarlos a la práctica.
Así, en Latinoamérica ya hay muestras de esa
responsabilidad, las movilizaciones juveniles son ejemplo de ello, masivas en
el caso de Colombia y Chile que exigen sus derechos en educación y bienestar
social, Ecuador no se ha quedado atrás -unidos los universitarios públicos, privados y politécnicos- con la CEUPE , lo hacen con consignas como “la alegre rebeldía”, rebeldía planteada
para recuperar identidad en todos los campos. Sus victorias aún están
pendientes pero su lucha es incansable. Los grupos juveniles pensamos nuestra
Latinoamérica de y para nosotros.
Los
sudamericanos, los caribeños, los que nos identificamos con la gran patria
latinoamericana, debemos ser entendidos como pueblos con una
cultura ancestral que nos brinda la posibilidad de ser y estar en el mundo con
una identidad propia. Somos gente solidaria con el otro y con la
naturaleza, con nuestros estados y con la necesidad de ser soberanos:
cultural, política, económicamente, ricos en nuestros vestuarios, comida
y creencias. Estos conceptos y estilos de vida nos dan también la
posibilidad de recibir a cada ciudadano del mundo con el mayor respeto… para
que nunca más nos irrespeten.
El
camino es largo, pero se ha empezado a caminar: varios países ya hablan de la
descolonización, de la soberanía, sin embargo hay mucho por hacer, aún hay
deudas pendientes, de todos lados, del gobierno, de los movimientos sociales,
de la juventud etc. Aún nos falta pueblos en total empoderamiento de nuestra
identidad, fuertes contra el dominio, unidos, claros en la ideas.
No hay
recetas ni un solo rumbo trazado, pero sí está en nuestras manos la posibilidad
de pelear fuerte contra las formas de dominio. Aceptar las categorizaciones
externas implica una dominación que enraíza la falsa condición de ser pueblos
sumisos.
La
subvaloración de los sudamericanos -historia contada a pedacitos y traída de
allá, bien al norte y difundida también por esa prensa, parlante de los de allá-
no es propia. Nuestro papel se debe escribir de otra forma desde esta
realidad.. Latinoamérica ya va reconceptualizando varias ideas, porque
entendemos, y con orgullo, que esta tierra se debe a manos campesinas, indias,
negras; con resistencia a la imposición y, por lo tanto, manos a las que les
debemos nuestra lucha también.
El
periodismo, en general, y los periodistas en particular, entendiendo este
contexto y el poder de los medios –que no es retórica sino realidad, cargada de
responsabilidad- tenemos una gran tarea: repensarnos y repensar los mensajes,
que en gran medida influyen en la construcción de los imaginarios colectivos y,
en consecuencia, en la construcción de las sociedades. Repensarnos para caminar
con nuestros pueblos.
Como dice el mismo Galeano: "Los más perseguidos han sabido
guardar para la humanidad entera, no sólo para ellos mismos, lo mejor de estas
tierras, que es la memoria de la comunidad como posible modo de producción y de
vida"
Entonces, ser de acá, nacer al calor de nuestra tierra, es un
orgullo acompañado de responsabilidad. Por eso, ¿Sudaca? No! ¿LATINOAMERICANO,
SUDAMERICANO? ¡Siempre!