
A propósito de las intenciones que sugiere la nota, pensaba que quizá -si con esto no corto su libertad de expresión, o ataco desmedidamente su vulnerabilidad- deba pedirles a los señores de El Comercio que en esa misma medida “hagan el favor de decir la verdad...”, como un ejercicio de autoexigencia.
Es que causa cierto ruido, cierta impresión de mala fe, conveniencia y, sobre todo, desconfianza, que esta nota sobre el telepromter -muy ilustrada y bien ubicada- se presente en el día de mayor circulación de los medios impresos, y como alertando: “La Gabriela no ha sido tan buena oradora, después de todo”.
En materia de periodismo, no es que lo del telepromter sea un tema de actualidad, coyuntura o interés. Bueno, esta última característica quizá sí, solo que se debería especificar ¿interés de quién? Porque, señores de El Comercio, cómo no les interesaría descalificar, más que informar, sobre un discurso que agradó a más gente que a la que incomodó.
Entiendo su posición: debe ser aterrador que aparezca, con tanta fuerza, la nueva Presidenta de la Asamblea Nacional, Gabriela Rivadeneira, y que su discurso en la posesión del Presidente de la República genere impacto en la opinión pública. Ahora mismo me los imagino en sus escritorios pensando: “otra más a jalarnos las sábanas”.
Lo entiendo y lo rechazo, porque eso es antiperiodismo, y se supone que ustedes deben hacer periodismo por y para el otro, no por y para sus intereses.
Por ello, como lectora en ejercicio de mi derecho a acceder a información contextualizada, espero que su posición de actores políticos sesgados que adoptan con sus políticas editoriales, al menos sea evidente y clara.
Ya no más mentiras sobre independencia, imparcialidad y menos de representatividad popular. Pues nos urge un periodismo que supere los límites de la forma, vaya al fondo de las cosas, que no se espante por un discurso ni se pierda en un telepromter, que camine con los de a pie, que hable por los de a pie.